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Sirviendo en Proyecto Sopa de Esperanza

Para mí, la lealtad es cuando una persona te da confianza, respeto o simplemente cree en ti. No te deja en esos momentos difíciles que se presentan cada día y eso es algo que a mí me encanta. Confío fácilmente en las personas, no me gusta fallar a nadie en algo que yo misma me comprometí a hacer.

Estos días, en un proyecto de voluntariado llamado “Sopa de Esperanza” yo prometí que participaría cada vez que pudiese. Aquel sábado iría a ayudar y estar ahí lo más temprano posible. Y así lo hice, efectivamente yo estaba ahí temprano, llegando junto con mi docente y mi compañero de clases José Amacifuen. Empezamos a preparar la sopa mientras esperábamos a más compañeros. Cuando terminamos de cocinar era ya el momento de ir a repartir.

Antes de salir de casa, había visto por el óvalo cercano a salida a Cuzco, a unas personas que no tenían nada de comer. Ellos estaban durmiendo en la calle, eran varios. Sentí en mi corazón que debíamos llevarles algo de comer.

Cuando llegó el momento de compartir los alimentos, junto a mi profesor y José llegamos hasta esa zona y les entregamos la sopa. Al recibir los alimentos, se notaba en sus rostros una alegría y sorpresa. Yo me sentí muy feliz al verles sonreír. Fue un momento muy especial.

Tan linda fue mi experiencia aquella tarde, que prometí no faltar cada sábado que me tocara participar del proyecto y hasta ahora lo he cumpliendo haciéndolo con todo mi corazón.

"Una tarde de pensamientos y reflexión" - Edson Condori Ccoa

Día jueves, desperté y fui a la UPeU. Al regresar salí de casa buscando alguien a quién ayudar. Allí estaba mi vecino en un trabajo que requería un apoyo de un joven. Me acerqué gentilmente y le dije "buenas tardes, yo podría ayudarle". Él sonriendo me dijo que ya terminaría, pero de todos modos insistí y me respondió "bueno ayúdame".

Sin dudarlo comencé y mientras trabajábamos en esa tarde de frío, empezamos a conversar muchas cosas. Me preguntó por qué razón insistí en ayudarle. Yo le respondí que era una asignación que me habían dejado en la universidad, y en esa media hora que estaba ahí ayudando a mi vecino hablamos muchas cosas más.

Recibí muchos consejos de él. Algunas cosas que recuerdo que me dijo y que no olvidaré por mucho tiempo fue: "cada vez que te caigas levántate".

Ayudar a mi vecino fue una tarea nueva, me pareció chévere. Me sentí bien conmigo mismo al menos por un rato.

Al terminar, volví a casa, me senté y recordé sus palabras: "cada vez que te caigas levántate". Por un momento me sentí nostálgico y pensé que cada caída es una experiencia y por esa experiencia no debo volver a caer con lo mismo.


"La necesidad de ser amado" / por Marco Aurelio Denegri

El psicoanalista Theodor Reik, en un libro que se titula La Necesidad de ser Amado, dice que cuando venimos al mundo somos tan capaces de amar como de leer; es decir, no somos capaces; incapacidad que se corrige con el tiempo, ya que aprendemos a leer y aprendemos también a amar, siempre y cuando nos hayan amado. Reik ejemplifica esto diciendo que el niño que nunca ha sido besado, nunca besará a nadie. El amor necesita ser correspondido; de lo contrario, no se desenvuelve ni fructifica.

La necesidad de amar

La capacidad de amar es una capacidad desigualmente distribuida y cuya magnitud e intensidad varían considerablemente.

El potencial del amor, la virtualidad del amor, puede existir en todos, pero no en todos se dan los factores que permiten que ese potencial se active y desarrolle adecuadamente.

La cuantía de afecto que podamos dar será mayor o menor y en muchos casos nula. La dación de amor dependerá, en consecuencia, de la cuantía amorosa que tengamos, y esta cuantía es indesligable de nuestra personalidad.

En resumen, el amor es una función de la personalidad. La magnitud de nuestro amor reflejará la magnitud de nuestra personalidad.

Amar y diligir

En latín había dos verbos relacionados con el amor: amare, que es el amor adhesivo, y dilígere, que es el amor reflexivo.

El amor a secas es adhesivo, se adhiere al otro, se pega, quiere confundirse con él, unimismarse.

En cambio, el que profesa dilección profesa un amor diligente, esto es, cuidadoso, atento, responsable, un amor reflexivo.

Dicho sea de paso, en la Vulgata latina, que es la traducción latina de la Biblia, obra de San Jerónimo, uno de los Santos Padres de la Iglesia, del siglo quinto; en la Vulgata, el verbo amare se usa solamente 51 veces, pero dilígere y derivados (dilectio, dilectus), 465 veces.

Amor interesado y amor desinteresado

Los antiguos tratadistas distinguían entre el amor de concupiscencia y el amor de benevolencia; es decir, entre el amor interesado y el amor desinteresado.

El amor adhesivo es el amor de concupiscencia, y el amor reflexivo es el amor de benevolencia.

La gente rústica que seguía a Jesús en Galilea sólo podía entender el amor de concupiscencia; pero Jesús predicaba el amor de benevolencia. He ahí el problema, y que sigue vigente, porque nuestro mundo no es benevolente, sino concupiscente. En la moral católica, la concupiscencia es el deseo de bienes terrenos y la apetencia incoercible de placeres.

Fuente: "El Comercio"

FOCUS - Will Smith y la capacidad de concentrarse

Está claro que las películas de Will Smith transmiten mensajes positivos a puro propósito del actor. En múltiples entrevistas ha dejado en claro su filosofía entusiasta de la vida, y una que otra vez he disfrutado de los grandes títulos "Siete almas", "En busca de la felicidad", "After Earth", "Soy leyenda" entre otras más que superan muy por delante al frívolo y liviano entretenimiento hollywoodense, haciendo que el cine moderno tenga más contenido, de gratificante consecución.

Como su última producción por ejemplo, parcialmente grabada en Buenos Aires, "Focus" me ha recordado una reflexión acerca de una cualidad humana olvidada casi por completo en nuestro mundo moderno. Se trata de la capacidad más importante digo yo, aquella que todos tenemos que no sabemos aprovechar, concentrarse a voluntad. Hombres y mujeres somos poseedores de esta facultad, como si de un privilegio máximo se tratara, que nos distingue, nos enaltece, nos adecenta por sobre los otros mamíferos que hacen poco más que mamar, execrar y aparearse desinhibidos y sin descanso hasta la muerte.

Ya lo había leído antes, por supuesto, en sus diversas formas y matices. Desde perspectivas religiosas hasta neurocientíficas, desde literatura metafísica hasta divulgativa. Que la humanidad saca más provecho de la vida cuando se concentra en lo que hacen sus manos, en aquel preciso instante en que la mente, muy a su mala costumbre, abandona el quehacer inmediato y se ocupa ya sea del porvenir, de las preocupaciones de la vida, o sencillamente de cualquier cuestión que no sea estar consciente del presente.

Claro que, en la película Will Smith emplea esta habilidad de focalizarse para robar relojes, anillos y billeteras que terminará vendiendo su mafia de "carteristas". Y es que su éxito se debe, precisamente, a que le roba a personas distraídas, cuyas mentes divagan en algún suburbio colorido de su propia imaginación. Sin darse cuenta, ya perdieron la pulsera, no tienen más reloj, y las tarjetas del banco han desaparecido en un pestañeo.

Escribió Ellen White: "La capacidad de fijar los pensamientos en la obra emprendida es una gran bendición" y yo añado: La incapacidad de fijar los pensamientos es la peor maldición porque allí está la tragedia del ser pensante, que ya no piensa que el ser está siendo.

Va en el bus, la inercia le empuja y jala al asiento, sus posaderas reciben los golpes de la pista, el cobrador le grita al oído que pague con sencillo pero sus pensamientos van en otra frecuencia. Naturalmente son los problemas de la vida, la familia, las deudas, las frustraciones laborales, la ansiedad por el mañana cargadas de emociones tan intensas que su mente termina cediendo su preciosa energía al desenfoque del entorno, al abandono del presente. Pierde precisión y deja ir lo mejor de su vida, lo único que realmente le pertenece: el ahora. Es una historia muy triste.

Por qué no detenerse un momento para sentir, para ser. Respirar hondo y con la frente en alto, exhalar suavemente preguntando: ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy pensando? ¿Qué relación tiene lo que hago y lo que pienso? Para la mente dietética habituada a la distracción y la fantasía, éste es un ejercicio difícil. Pero quien reconoce la fuerza de voluntad, logrará disciplinarla como el jinete sobre el equino indomable.

"Tienes que reconocer tus deberes actuales y cumplirlos sin permitir que tu mente se desvíe... Aquellos que aprenden a concentrar sus pensamientos en todo lo que emprenden, por pequeña que parezca la obra, serán útiles en el mundo".—Mensajes para los Jóvenes, 147.

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